Altos y bajos para la acción por el clima global

Introducción

El 2016 está llegando a su fin, siendo el año con los mayores registros de temperatura de la historia y el punto de inflexión hacia la descarbonización global. Los impactos y efectos del cambio climático ha hechos sentir en todos los rincones del planeta. Mientras la Antártida comienza a fragmentarse, el amazonas brasileño pierde su superficie, países como Bolivia o Cuba se han enfrentado a condiciones de sequías de proporciones mayores. Por otro lado, países altamente dependiente de combustibles fósiles como Venezuela han enfrentado una grave crisis económica y social debido a su escasa diversificación productiva y subordinación frente a un commodity volátil, en extinción y perjudicial para el medio ambiente.  A nivel de ciudades, el uso de combustibles fósiles acompañado por sistemas de movilidad urbana insostenibles han causado enormes revuelos en BeijingNueva Delhi Ciudad de México a causa de los niveles de contaminación del aire altamente perjudiciales para la salud. Pero el 2016 también mostró expresiones concretas de la nueva era: en Noruega y algunas ciudades se ha prohibido la venta de vehículos diesel y los inversionistas parecen estar en el camino correcto cuando la inversión en energía renovables fue mayor que la destinada a los combustibles del pasado e, incluso, liderada por economías en transición y países no industrializados. Asimismo, el derecho y licencia social de las inversiones nocivas para el entorno comienza a retornar a las manos de los pueblos y comunidades quienes son los más apropiados para determinar la factibilidad de proyectos en sus territorios. Keystone XL Standing Rock no dejan dudas; inversiones en infraestructuras para combustibles del pasado y bajo modelos del pasado no tienen luz verde, ya que el camino es limpio, renovable y en base a acuerdos locales. Para fortalecer y capitalizar dichos avances ahora los países deben tomar las riendas y, más allá de lo que pueda suceder con el gobierno de Trump, demostrar su real compromiso con el bienestar de las comunidades, la cultura y la naturaleza fortaleciendo sus planes de acción nacional (NDCs) mediante una adecuada asignación de recursos adecuada.

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