Definiciones sobre quién y cómo se destinarán el apoyo internacional en la región empiezan a tomar forma

Introducción

Dos importante reuniones que definirán la direccion del apoyo financiero internacional  ocurrieron estas últimas semana. En Japón, la junta directiva del Fondo Verde para el Clima (FVC) avanzó en la definición de instituciones que actuarán como canales para desplegar los recursos para la lucha contra el cambio climático en los países en desarrollo. Sin embargo,  organizaciones de la sociedad civil que han seguido de cerca el proceso, tales como AIDA, cuestionan el funcionamiento de la directiva no sólo por la forma poco transparente de operar sino que por haber acreditado a instituciones como el Banco Mundial y el Deutsche Bank  con importantes carteras de inversión en los combustibles fósiles. Por otra parte, ayer jueves, al término de la Tercera Conferencia Internacional sobre Financiamiento al Desarrollo, aspecto que resulta clave para atender la  adaptación a los efectos del cambio climático en la región, los países lograron un acuerdo con las medidas y prácticas a seguir para generar inversiones que impulsen el desarrollo sostenible por los próximos 15 años. El “Programa de Acción de Addis Abeba” contiene más de 100 medidas para mejorar la financiación de los países no industrializados y servirá de base para sustituir a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que finalizan este año, por unos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). No obstante la sociedad civil duda de que será posible financiar los desafíos aún existentes del desarrollo ya que no hay “rastro de algunas de las medidas más transformadoras».

Mensajes Claves

  • La capitalización del Fondo Verde para el Clima y el transparencia en su operación son esenciales para la acción climática. Los recursos que los países industrializados han comprometido recaudar para financiar acciones y medidas de mitigación de gases de efecto invernadero y adaptación a los efectos del cambio climático global son fundamentales. Sin embargo, es fundamental que se generen procesos transparentes, abiertos y participativos sobre cómo y quiénes analizarán los recursos a fin generar confianza y aumentar la ambición hacia el desarrollo de favorecer economías con bajas emisiones de carbono y resistentes al clima.
  • La  necesidad de transferencia de recursos es una reclamación de común entre los países de la región, cuando las evidencias comprueban sostenidamente que ese discurso es cada vez más obsoleto. Casi de manera sincronizada los países de la región han condicionado el desarrollo de acciones en favor del resguardo del clima a la cooperación internacional argumentando la falta de recursos para sus multiples desafíos. No obstante, ya es claro que la acción climática no sólo posible y económicamente viable sino que también contribuye a dinamizar otras agendas nacionales como la del empleo y seguridad nacional. Así, un reciente estudio a presentado las diez oportunidades económicas para no afectar el crecimiento y reducir alrededor de 96 por ciento de las emisiones contaminantes para 2030.
  • El apoyo financiero debe ser justo, de libre determinación y dirigirse a atender aumentar la resiliencia y capacidades en un contexto de cambios climáticos. El cambio climático plantea modificaciones en los patrones de habitabilidad hasta ahora conocidos y condiciona los sistemas sociales y económicos existentes. Por tanto, la cooperación internacional debe dirigirse a minimizar los impactos y aumentar las resiliencias de comunidades y pueblos. Los líderes hoy reconocen el desafíola sociedad pide acciones y la ciencia ha mostrado el camino, solo falta actuar.

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